Motivos motivadores para motivar(nos)


Seguro que todos nos hemos hecho una de las preguntas del millón en educación: ¿cómo hacer para motivar a los alumnos en el aula?

Motivar es crear situaciones que lleven al alumno a querer aprender; e incentivar es hacer que esta motivación no decaiga. El alumno está motivado cuando siente una necesidad que lo mueve a interesarse por algo que pueda satisfacerlo. Pero, ¿qué es lo que lo mueve? ¿Cuál es esa necesidad?

Existen dos tipos de motivación: extrínseca e intrínseca. La primera viene de fuera de la persona, y lo que atrae es lo que recibe a cambio de realizar una actividad. La segunda, en cambio, proviene del interior del individuo, y lo que le mueve a realizar la actividad es el simple placer de realizarla sin ningún incentivo externo. Esta es la más potente, y que nosotros ejercemos un gran poder para que esta se evidencie. Depende de nuestra capacidad como docentes: somos la clave. Tenemos capacidad para impactar.

Y en este punto, surge la otra pregunta del millón: ¿y quién nos motiva a nosotros? Aquí no hay motivación extrínseca que valga, pues sería de corta duración. La motivación comienza en nosotros mismos, en nuestra capacidad de automotivarnos. Si realmente deseamos estarlo, encontraremos razones. Además, es algo recíproco: si nosotros lo estamos, nuestra clase se motivará paulatinamente, y como nuestra clase está motivada, hará que nos lo contagie a nosotros. ¿No es este un buen acicate? Aquí van otras razones más, y algún consejillo.

Nuestra profesión

Hemos elegido una profesión preciosa. Somos la figura que facilita el aprendizaje, y la educación de muchas personas está en nuestras manos. Ser docente es maravilloso, pero a veces llegamos a pensar que es una profesión que “quema” y “desgasta”. Entonces, es en este punto, cuando lleguemos a pensar o sintamos esto, debemos reflexionar y hacernos responsables de nuestra actitud. Recuerda qué fue lo que te movió a ser docente, siéntete importante y profesional. Si tienes un mal día, o estás pasando una mala racha, intenta dejar las preocupaciones y problemas en la puerta. Que no entren en el aula. La mejor manera de motivar (y de estar motivado) es sentirse satisfecho con lo que hacemos. Esto nos hace sentir productivos, tener entusiasmo, y ser conscientes de la misión que tenemos entre las manos. Recuerda: tratamos con personas, no vendemos productos.

Siempre en positivo

Podemos pensar que hay personas carismáticas, que tienen más “gancho” con los alumnos, que obtienen un resultado excelente con ellos. Y también pensamos que hay personas… no tan carismáticas. ¿Qué ocurre? No es que las primeras estén hechas de un material “diferente”, sino en su forma de pensar, piensan “diferente”, y el pensamiento ejerce un gran poder. En realidad, lo es todo. Cuando el pensamiento se verbaliza, se convierte en palabras, y cuando las palabras se llevan a cabo, se convierten en acciones. Es entonces cuando hacemos lo que en un principio pensamos. Conclusión: si pensamos de forma negativa, nuestros actos serán negativos. Solución: pensemos de forma positiva y nuestros actos serán positivos. Debemos ser nosotros quienes controlemos nuestros procesos mentales, no al revés. ¡Siempre en positivo!

Si algo puede salir (mal) bien, saldrá (mal) bien

Justamente lo opuesto a la ley de Murphy. Si por ejemplo tenemos una actividad X y antes de ejecutarla ya estamos pensando que saldrá mal porque “eso en mi clase es imposible”, o “porque a mi clase X no le va a gustar”, o “seguro que viene X y la fastidia”, ¡ocurrirá! Nuestra mente funcionará como imán y eso pasará. Además, antes de que incluso la pongamos en práctica, ya estamos anticipando reacciones que, 1: no sabemos si tendrán lugar, y 2: no son las deseadas. Cambia el chip, ilusiónate con ponerla en práctica, arranca el motor de la motivación. Si tú llegas con motivación por algo, se contagia. Y esto tiene mucho que ver con lo siguiente.

La motivación es contagiosa

Y la actitud es lo que cuenta. Si has preparado algo para clase y llegas motivado, esa motivación se contagia. Si consigues inspirar aunque sea a 10 de tus alumnos, y luego cada uno de ellos transmite su entusiasmo a otros 10, ¿cuántos se verán involucrados? La respuesta es diez veces diez ;). Imagínate el efecto que tendrá esto al cabo de los años. ¿A que merece la pena?

Tu personalidad influye

Ejercemos una gran influencia en al aula, y también fuera de ella. Piensa en cómo entras en el aula, cómo les saludas, cómo empiezas y terminas las clases, cómo llamas su atención, y cómo les llamas la atención. Sé amable dentro y fuera de la clase. Ten sentido del humor (y ríete hasta de ti mismo). Sonríe. Sé sencillo. Ve a clase contento. Interactúa con los alumnos. Preocúpate por su aprendizaje, y por ellos. Sé respetuoso. Da consejos, pero no ordenes. Guía. Ábrete al diálogo. Deja que opinen. Disfruta de las personas. Sé cercano. Así, crearás un ambiente abierto y positivo. ¡Otra razón más para motivarse!

Recuerda: el propósito de la enseñanza es brindar a los alumnos experiencia de su propia grandeza. Y para tener una influencia duradera, necesitamos algo más que dominio de la materia y excelentes habilidades de presentación ;).

Lo que explicas es lo que recoges

Muchas veces, tendemos a sistematizar las explicaciones de clase, bien porque las hemos simplificado, porque nos ha funcionado otras veces, porque creemos que así es la mejor manera de hacerla entender, o porque nos resulta más cómodo.
Pongamos que estamos explicando algo y resulta que los alumnos no lo entienden. Ahí tenemos varias opciones. Bien podemos pensar que no lo pillan porque no han prestado atención, porque no han trabajado lo suficiente, que son lentos… También podemos creer que están cansados tras la jornada escolar (o laboral, si son adultos que vienen a clase), que es un tema difícil, etc. El caso es que no estamos abordando el principal problema de por qué no lo han entendido. Hemos buscado excusas, algunas veces les hemos culpado a ellos, pero realmente, no hemos cumplido con el objetivo: que entiendan lo que hemos intentado explicarles.

A pesar de que pensamos que lo explicamos claramente, ellos no lo entendieron. ¿De veras está tan claro? Lo hicimos pensando en que así era la mejor manera, pero, ¿mejor para quién? ¿Nos hemos planteado esto? Si no lo entendieron, obviamente es cuestión de que no estaba tan claro como pensamos. Si decimos “esto”, y ellos entienden “lo otro”, entonces hay que buscar maneras diferentes de hacerles entender “esto”. Esto es flexibilidad en la enseñanza.

Si somos flexibles, estaremos constantemente cambiando nuestra manera de explicar, reformulando lo que decimos, y habremos dejado de culpar a los alumnos de que no estudian. Además, lo mejor de todo, es que nuestra habilidad como comunicadores mejora, nuestra relación con ellos también, nuestra autoestima sube, y, como consecuencia, también lo hará nuestra motivación, porque habremos conseguido nuestro objetivo.

There is no failure, only feedback

Esta es una de mis frases favoritas, y en español sería algo así como «no hay fracaso, solo aprendizaje«. Realmente, ¿qué es un fracaso? Solemos decir que se refiere a cuando no conseguimos los objetivos deseados. Pero, ¿y si pensamos que cada vez que esto ocurre, estamos aprendiendo algo que nos hace ser mejor? Esto es lo que los grandes profesores creen (¿recuerdas? Aquellos a los que siempre les sale todo bien, los carismáticos). Independientemente de lo que ocurra en nuestra clase, siempre hay oportunidad de aprender, de crecer y de mejorar. Como consecuencia, un fracaso es un signo de éxito. Paradójico, ¿verdad? No pasa nada si algo no sale como esperabas. Sólo cuando no aprendes de ellos, se convierte realmente en un completo fracaso. (Nota: también aplicable a los alumnos).

Siempre en positivo (segunda parte)

Aquí volvemos al principio, a la importancia de ser positivo, y de dar feedback con bastante frecuencia, pero siempre positivos. Si lo hacemos así, daremos confianza al alumno de que puede hacerlo bien, o mejor, de que no importa si falla, que el error forma parte del aprendizaje. Le damos confianza a probar y a experimentar, y a ser autónomos.
¿Recuerdan cuando empezamos a andar? Cuántas veces nos caíamos hasta que, por fin, logramos mantener el equilibrio y luego, poco a poco comenzar a andar, no sin habernos dado algún que otro tropezón. En clase, pasa igual. ¿No es acaso ese uno de los objetivos de la enseñanza?

Y si quieres más…

Muchas veces ocurre que estamos motivados, sí, pero sentimos que estamos estancados. Tenemos buen ambiente de aula, buena relación con los compañeros, con los alumnos, cumplimos nuestros objetivos… Todo controlado. Pero necesitamos algo más. Entonces, hay más que puedes hacer:

Amplía conocimientos. Seguro que dominas muchos temas, pero siempre se puede aprender más. Mi madre me dice siempre que el saber no ocupa lugar, y siempre hay algo útil que aprender. No ahorres en conocimiento 😉
Lee, bloguea, y escribe. A mí esto me sirve de mucho. Ahora nos hemos convertido en creadores de contenido, y es facilísimo encontrar a otros profes que escriben sobre temas que nos interesan y comparten sus ideas, experiencias, actividades…
Comparte las tuyas, seguro que tienes muchas y a muchos nos vendría muy bien saber de ti.
Asiste a cursos presenciales. Cuando asistimos a cursos, nuestra motivación aumenta y siempre volvemos deseando en probar aquello tan maravilloso que aprendimos. Además, encontramos a otros compañeros y socializarse un poco siempre viene genial.
Asiste a cursos… desde tu casa. Con la tecnología actual, no es necesario que te muevas de tu sofá para asistir a un curso que se dé en Glasgow, o en Marruecos, por ejemplo. Hay conferencias online, webinarios ofertados por compañeros, incluso te puedes descargar otros que ya se hayan realizado. Todo está “ahí fuera”.
Ofrece cursos. No te quedes sólo para ti lo mucho que sabes, compártelo con otros. – Participa en proyectos. Involúcrate en uno que te guste, hay muchísimos. Pregunta en tu centro. En mi entrada anterior hablé sobre los Proyectos Educativos Europeos, a lo mejor te interesa participar en uno el próximo año.

Aquí comparto dos vídeos que a mí me han parecido geniales y totalmente inspiradores.

Como conclusión, y siguiendo una frase de Terrell Bell, hay tres cosas que recordar sobre la educación: la primera es la motivación; la segunda es la motivación; la tercera es la motivación.

¡Hasta la próxima entrada!

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